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Una nueva cantina que rescata elementos del hipódromo para mejorar la experiencia de sus aficionados.

Ya hace años que en el Hipódromo de Manacor la gente se sienta en una zona muy concreta.

Un lugar donde aquellos asiduos que llevan tiempo viendo las carreras aprovechan la sombra que proyecta un árbol en el perímetro del circuito para refugiarse del sol.

Este proyecto de nueva cantina rescata elementos del hipódromo como la prolongación de este umbráculo "Tamís" o el propio galope de los caballos para dar pie a la forma principal de la estructura.

Se propone un programa que confunde el espacio exterior con el espacio interior, albergando a la par la función de zona de apuestas. La elevación del terreno busca ser la prolongación del antiguo banco de hormigón para dar paso a una zona más extensa de asientos para el público. La retícula de tramex se proyecta en el suelo, formando la sombra buscada, mientras que también esconde la estructura e instalaciones, creando una ilusión de continuidad en el falso techo.

La cubierta reposa sobre unos pilares que limitan el recinto del proyecto sin llegar a tocar los muros perimetrales. En estos se hace un trabajo de conservación de la preexistencia para incorporar la importancia histórica del lugar al proyecto.

La construcción se sitúa justo en el centro de la plataforma. De esta forma se crean unas circulaciones que incitan a atravesar el lugar cuando esté abierto, o rodearlo para poder llegar a los diferentes usos cuando esté cerrado. Al igual que la cubierta, esta separación de los muros aporta valor al proyecto y limita lo nuevo de lo precedente.

Como los espectadores, el programa se resguarda bajo la cubierta, pasa a ser uno más y hace que la zona más opaca quede más alejada de la pista, y que la terraza se desvincule de lo que realmente es interior, ampliándose por toda la superficie de la plataforma y formando un palco para los aficionados.

Tanto en el interior como en el exterior, el tramex ocupa toda la superficie, como falso techo ocultando las instalaciones o como filtro del paso de la luz. El acabado, visto desde la distancia, da una sensación de continuidad: durante el día dejará pasar la luz a través de su retícula, y durante la noche, esconderá las luminarias que iluminarán el lugar.

La estructura con forma diagonal se esconde sobre el tramex enseñando a los espectadores su ziga zaga en diversos momentos: cuando vas a entrar bajo la pérgola, con la proyección de la sombra en el suelo o en la inclinación de las luminarias sobre el falso techo.

Como resultado, la nueva cantina se construye como un espacio que comprende lo preexistente y que tiende puentes entre lo proyectual y lo funcional, mejorando el lugar gracias a potenciar sus virtudes vigentes.

Participaciones en arquia / próxima

IX Edición 2022-2023