Este gran exponente de arquitectura tradicional vasca del siglo XVIII, protegido por las instituciones públicas, necesitaba de una actualización completa para poder adecuarse a las necesidades de vida actuales.

 

La nueva vivienda ocuparía dos plantas, la zona originaria destinada a vivienda (reformada por los propietarios en los años anteriores) y un ala de la planta baja destinada a cuadras en origen. 

 

Se apuesta por una obra de reforma sumamente respetuosa con aquellos elementos protegidos, los nuevos materiales nunca tocan la estructura original gracias a unas franjas de material de respeto a base de cantos rodados. Junto a las peculiaridades generales de edificios de esta época, desplomes, ausencia de ángulos rectos y patologías varias, la conexión entre ambos espacios supuso el mayor reto a solventar, es por ello que como nuevo centro de la casa, se readapta el antiguo núcleo de comunicación aprovechando las estructuras originarias e integrando una nueva escalera ligera.