Las calles son mucho más que espacios para la movilidad, son espacios necesarios para la convivencia, el juego, la salud, la inclusión o la cultura y suponen además un soporte estratégico para la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático en las ciudades. El reto es grande y son necesarias nuevas estrategias urbanas que nos permitan actuar de manera ágil, progresiva y consensuada.

El proyecto de la Supermanzana de Sant Antoni de Barcelona, muestra de esta aproximación progresiva, sensible y flexible, promueve la pacificación y la mejora de las condiciones urbanas del barrio mediante la redefinición de usos del espacio público priorizando usos comunitarios y la movilidad peatonal frente al vehículo.  El proyecto continúa el modelo establecido en el Porgrama Supermanzanas en este caso mediante urbanización blanda, valiéndose de pintura, elementos de mobiliario táctico y vegetación para acondicionar y transformar la calzada y la sección de la calle sin la necesidad de intervenir con grandes obras.

La conquista de una plaza en la retícula del Eixample supone un hito que reivindica las posibilidades de la malla urbana. La transformación de este espacio icónico ha provocado un cambio determinante en la manera en la que lo percibíamos dando lugar a diversas formas sociales de rehabitar las calles del Eixample.

Siendo una de las principales inquietudes del proyecto la flexibilidad y adaptabilidad de la transformación, este nuevo paisaje dinámico es capaz de asimilar e incorporar modificaciones y variaciones fruto de las necesidades sociales así como del aprendizaje conjunto derivado de las soluciones implementadas.

La ganancia social de la calle ha generado una dinámica positiva en el barrio haciendo que vecinos, vecinas y comerciantes asuman como propios los espacios preocupándose por su uso y cuidado. Todo ello acompañado de la notable reducción en un 33% de la emisiones NO2, la reducción de tráfico de vehículos privados en un 82% y un descenso de 5dB en la contaminación acústica. Por otro lado el aumento del verde urbano con su consecuente mitigación de isla de calor, el fomento de la movilidad en bici y un incremento del 28% la movilidad peatonal, dibuja un nuevo paisaje de ejes cívicos y plazas que conforma un barrio de Sant Antoni más humano, saludable y verde que es ahora modelo de referencia para su extensión en el resto de la ciudad.