La edificación de una vivienda adosada en los años 80, permite mantener congelado en el tiempo durante más de 50 años un conjunto arquitectónico de gran valor, organizado en torno a un patio que se abría originalmente a la calle principal a través de un zaguán de grandes portones y factura pétrea. El acceso original al conjunto agrícola se recupera haciendo uso de la arquitectura existente, enmarcando la imagen del jardín que se incorpora como un cuadro rigurosamente compuesto: los grandes sillares recolocados a modo de nueva arqueología inventada, las antiguas pilas de piedra y el agua, la vegetación y la luz cambiante y la tapia, se convierten en el horizonte visual de una composición que recorta en el cielo el perfil de los tejados de Casasola de Arión.

Se recupera un inmenso vano preexistente conformado por un arco de ladrillo condenado en el pasado al cesar el acceso de vehículos agrícolas. Se diseña un nuevo cerramiento de acero microperforado a su servicio, protegiendo ahora el espacio intermedio del zaguán, al tiempo que se filtra la imagen del jardín, generando juegos de texturas, luces y sombras que se combinan a través de la superposición de capas cuyo desplazamiento produce efectos dinámicos de gran belleza, casi lúdicos, que recuerdan las composiciones del op-art en sus estudios de los efectos del moirè. Todo ello configura el orden de un recinto habitado, protegido por la arquitectura existente y matizado por una nueva celosía, que en el recorrido desde la casa descubre la entrada a un pequeño jardín secreto.

El proyecto supone una gran oportunidad para sacar a la luz la memoria del lugar a través de una intervención contemporánea de muy bajo coste y de un intenso seguimiento por parte del equipo de arquitectos que, en estrecha colaboración con los artesanos locales, recuperan el uso de los materiales tradicionales, el barro, la piedra y el acero, que son incorporados como materia de un proyecto actualizado.

En un mundo que hoy se mueve a un ritmo vertiginoso, se recupera el tiempo lento de una arquitectura reflexiva y silenciosa, del contacto físico con el territorio y con sus gentes, con las raíces locales y los espacios de ocio y reunión. La arquitectura contemporánea asume como reto reciclar estos lugares y renovar los espacios escondidos, dando una nueva vitalidad a nuestros pueblos y a las culturales locales, en riesgo de desaparición. Desde lo local y en un modesto experimento espacial y cultural, a través de este pequeño jardín, queremos acercarnos al mundo oriental y poner en práctica su habilidad y sensibilidad para entender el valor de lo auténtico, a través de lo pequeño, de lo sencillo, de lo secreto, de un paso del tiempo lento y sosegado, que regala a nuestros ojos un pequeño fragmento de belleza.