Millones de personas desplazadas forzosamente cruzan las fronteras cada día, quedando atrapadas en situaciones prolongadas de exilio, incapaces de poder regresar a su país y privadas de cualquier solución permanente.Al analizar las directrices de intervención en situaciones de emergencia humanitaria para la creación de espacios de protección y refugio – en forma de campos de refugiados – nos damos cuenta de que, además de ser manifiestamente insuficientes para responder a la complejidad y amplitud de este reto, presentan dilemas y limitaciones operativas en relación con las necesidades de sus habitantes, agravadas en las llamadas situaciones prolongadas, que conducen a la degradación de las condiciones de vida, a la dependencia crónica y host-fatigue. Ante esta situación de total desajuste entre lo que los campamentos pretenden ser – espacios de refugio y protección- y lo que realmente son - espacios de dependencia e inseguridad – cualquier proyecto de intervención se presenta recurrentemente como un medio paliativo que acaba perpetuando la naturaleza temporal y la dependencia humanitaria, resultando insuficiente como respuesta eficaz.
Esta paradoja entre la teoría asociada a una situación de excepción limitada en el tiempo y la práctica de la acción humanitaria con cientos de campos de refugiados en situaciones prolongadas gestionados como situaciones de emergencia continuas dibuja lo que llamamos la Geografía de la Vulnerabilidad. A partir de esta negación y contradicción asociadas al permanente estado de limbo que se verifica en estos espacios que ya no se ajustan a la definición tradicional de campo ni a ningún otro término oficial, los denominamos territorios indefinidos en el dilema de la acción humanitaria. Creemos que esta indefinición del campo de refugiados ha tenido, y sigue teniendo, consecuencias en la lectura y comprensión del espacio, ya que las lecturas de este espacio son limitadas y limitadoras por la ausencia de una comprensión amplia de las especificidades de sus transformaciones.
El campo de refugiados como espacialización de la protección constituye, pues, una condición compleja y multidimensional de privación (de derechos) que va más allá de la dimensión política y humanitaria para extenderse a los reflejos socioespaciales. Por lo tanto, su debate, además de ser multidisciplinar, implica comprender tanto sus mecanismos de creación como las estrategias de gestión de las necesidades básicas a lo largo del tiempo.
Nos damos cuenta de que los condicionantes del proyecto para el diseño de estos espacios de refugio, encuentran su mayor reto en la manualística -parte de la normativa que rige la construcción y el uso de estos espacios- que en definitiva reduce la práctica arquitectónica a una ciencia funcionalista e instrumentalizada. Discutimos las limitaciones de vivir en campos de refugiados en situaciones prolongadas que dan lugar a mecanismos informales de urbanización que el derecho de refugio y protección legitiman, pero cuya legalidad no es otorgada por dicho derecho. El derecho a la protección y, en consecuencia, al refugio, si bien no es un esfuerzo inútil, es un esfuerzo incapaz de generar soluciones duraderas per se. Esto se debe a que, en la práctica, el derecho de refugio resulta ser más un privilegio otorgado por el Estado de acogida que un derecho internacional.
En este contexto, esta investigación ve la planificación a largo plazo y el proceso de refugio permanente no como una subversión de los mecanismos de protección y de la ayuda humanitaria, sino como una contribución válida y necesaria para reducir la dependencia de la ayuda exterior, la precariedad y la creación de verdaderos espacios de refugio.
El complejo de refugiados de Dadaab, en Kenia – formado por cinco campos en situación prolongada – fue adoptado como laboratorio. Este estudio de caso representa la aporía del todavía actual régimen de acogida de refugiados, permitiendo a través de su anatomía, analizar y debatir normas, políticas, dilemas y desvelar horizontes de futuro. De este modo, Dadaab permite no sólo comprobar en la práctica estas cuestiones, sino que motiva una amplia reflexión sobre las pautas de intervención de emergencia, las políticas de protección de los refugiados y sus repercusiones espaciales en el entorno construido. Partimos de la hipótesis de que un diseño que incorpore a las medidas de emergencia soluciones de desarrollo – en línea con varios autores – permitiría una respuesta más eficiente, sostenible y digna, reduciendo en consecuencia las rutas migratorias ilegales y los cruces de riesgo. Además, un enfoque complementario optimizaría los recursos, garantizaría su sostenibilidad y fomentaría la dignidad humana. Los resultados obtenidos a partir de un análisis comparativo del complejo, cruzados con la información crucial obtenida de las encuestas a las familias beneficiarias del programa de reasentamiento del UNHCR, así como la experiencia de trabajo en el apoyo a los refugiados y solicitantes de asilo en el Reino Unido, revelaron que las buenas prácticas en Arquitectura y Planificación son una herramienta fundamental para mejorar la calidad y la percepción de los espacios de refugio, reduciendo en consecuencia los desplazamientos por rutas ilegales y peligrosas.
Al entender la protección no sólo en su componente jurídico, sino también en su espacialización en el entorno construido con las repercusiones espaciales de las dinámicas que en él tienen lugar – ámbitos a los que se dedican la arquitectura y la planificación territorial –vinculamos el discurso de la ayuda humanitaria al de la arquitectura y la planificación, y con ello legitimamos un nuevo terreno de investigación disciplinar.