Este pequeño experimento supuso transformar un piso convencional en un espacio abierto y flexible para una pareja. Convertir un encorsetado sistema de tabiques y estancias a través de un largo y angosto pasillo en un amplio y diáfano lugar de estar-comer-dormir-leer-pintar, cuya única puerta será la de la entrada.

La vivienda, de unos 90 m2, constaba de 9 puertas, lo que da una idea de su poca flexibilidad. Lo que aquí se concibió era una relación abierta y flexible de los espacios que resolvieran la vivienda en un espacio único. La zona de día se vinculó al exterior para aprovechar las vistas más importantes del lugar; la zona de noche se reservó a un espacio más íntimo, relacionada con los servicios de la vivienda y a un pequeño patio interior.

La materialidad también resultó un factor determinante en el proyecto. Se ha establecido una relación continua entre los planos de suelo y techo que recorren toda la vivienda sin interrupciones. El plano inferior resuelto íntegramente en hormigón aligerado, y el plano superior con una chapa ondulada que contenía el sistema de iluminación. De esta manera, los muebles de madera actúan como separadores de estancias, no llegando de forma intencionada hasta el techo para fortalecer esta idea de continuidad en el espacio. Además, funcionan como espacio no sólo de separación sino de almacenamiento para la casa.

Si el encargo resultó un éxito, y así lo atestiguan los clientes, es únicamente porque esta casa, con su diseño y sus detalles permitió ampliar las fronteras de nuestros clientes, privilegiando la arquitectura en todo momento. Al reivindicar pequeños experimentos como este no sólo queremos dejar atrás los excesos y la opulencia de un momento que nunca nos fue propio, sino construir un nuevo discurso que ponga a sus habitantes en el centro de las preocupaciones del arquitecto y que amplíe nuestros horizontes arquitectónicos, entendiendo que una casa puede incluso tener una sola puerta.