Se aborda el proyecto no sólo para cumplir con los condicionantes de uso (evacuación ante caso de incendio) sino que se presta especial atención a su materialidad y diseño con el objetivo de establecer un diálogo con el edificio existente. Se pretende generar una relación arquitectónica simbiótica. El objetivo es intervenir de una manera contemporánea potenciando la presencia del patrimonio histórico.
El edificio presenta una masividad en su construcción que pertenece a su momento histórico. Fachadas de fábrica de ladrillo y cajas de mampostería conforman muros estructurales de 60cms de ancho que constituyen, además de su labor portante, la imagen y presencia del edificio. A través de los diferentes aparejos del ladrillo se consiguen detallar los encuentros estructurales y estéticos del edificio. Se trata de una construcción con evidente carácter de permanencia en el lugar.
El proyecto plantea la confrontación directa, pero humilde, con el edificio. En este sentido se propone una intervención de opuestos con el fin de potenciar las prexistencias: frente a la definición volumétrica del colegio, la transparencia de la escalera; frente a la pesadez del ladrillo, la liviandad del acero. Al igual que el edificio existente, la escalera utiliza un único material para generar no sólo la estructura sino también la imagen y textura, produciendo un diálogo ladrillo-acero; pasado-presente.
La estructura de la escalera se plantea independizada de la del colegio, reduciendo a mínimos la intervención tanto sobre el edificio como sobre el lugar, pudiendo ser reversible o adaptable en el tiempo. Para ello se plantean dos cerchas laterales que aportan la mayor transparencia y levedad posible. Estas dos cerchas se apoyan sobre cuatro pilares en el descansillo intermedio, quedando voladas a ambos lados. Por otra parte, las huellas se realizan con redondos de acero formando no sólo la huella de la escalera sino también la conexión estructural y el atado de ambas zancas laterales. En la parte superior se plantea una solución de apoyo que entra en carga únicamente cuando la escalera está siendo utilizada. Mientras, en su encuentro con el suelo, el vuelo permite levitar sobre el pavimento, generando una imagen etérea reforzada por la presencia de un primer escalón de granito. La escalera parece flotar delante del edificio subrayando la condición reversible de la actuación a la vez que cede el protagonismo al colegio.
En cuanto a su materialidad, se refuerza el diálogo entre opuestos. Se utiliza el acero ligero de la misma manera que se utilizó el ladrillo pesado en el edificio existente: toda la intervención es, a la vez, estructura, textura e imagen. El objetivo es diferenciar pero integrar la escalera en el conjunto. Por ello, la escalera en su totalidad se pinta de color negro, que resulta neutro frente al ocre antiguo de la fábrica de ladrillo. La posición, lo uno al lado de lo otro, resulta suficiente para diferenciar la intervención quedando integrada como un elemento arquitectónico más en plena coexistencia con el conjunto histórico.