Los Valles de Otíñar son testigos paisajísticos de distintas formas de ocupación humana desde época muy temprana. Situados en la Sierra Sur de Jaén, han acogido asentamientos de época neolítica, de la edad de cobre, romanos, medievales, de época moderna y contemporánea. En este largo periodo de tiempo, desde hace más de 6000 años, el territorio ha sido transformado y utilizado por el hombre respondiendo a unas exigencias económicas, ideológicas y políticas que han provocado que haya sido desforestado, cultivado, repoblado, quemado, desecado, perforado por minas y edificado.
Fruto de todo este pasado, el territorio presenta un gran valor arqueológico, etnológico y patrimonial al que se le superponen valores paisajísticos, geológicos y ecológicos, que ofrecen actualmente un alto valor de uso y disfrute para la comunidad en un íntegro paisaje ambiental y cultural.
La historia más reciente de este lugar acaba en abandono. La fundación del Señorío de Otíñar comenzó en 1833 en tierras pertenecientes al Ayuntamiento de Jaén, fruto de las desamortizaciones propias de la época. Sin embargo no adoptó forma de cortijo o caserío, como era típico en Andalucía para ocupar las zonas rurales, si no que se constituyó como un pueblo colonial. Se introdujo una población estable que llegó a superar los 300 habitantes. Estos aldeanos explotaban la propiedad con la ganadería extensiva, el aprovechamiento forestal, la huerta, los cereales, el olivar y una factoría lechera. Pero con la llegada de la mecanización del trabajo y los sistemas de producción capitalistas en el campo, fueron expulsados provocando el abandono de la aldea.
Toda esta ocupación humana del valle ha consolidado un paisaje cultural que fue reconocido en el año 2009 con la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Patrimonial.
Las huellas del pasado, unidas a estos valores paisajísticos, provocan que la gente del lugar, y otro gran número de visitantes, vengan a descubrir aquí sus orígenes a través del senderismo, el cicloturismo y otras visitas guiadas para conocer y entender este pasado. Surgen también agrupaciones ciudadanas, como la plataforma “Por Otiñar y su entorno”, que promueven la recuperación de la Zona Patrimonial y que organizan actividades de difusión y protección del valle con el claro objetivo de consolidar un uso público futuro de este entorno.
También han surgido otros usos nuevos usos, desvinculados del pasado, como es la escalada. Este deporte ha encontrado en Otiñar un enclave idóneo para su ejercicio. Las rutas de escalada del Covarrón y de la Bríncola atraen a personas de todas partes del mundo, convirtiéndose en un motor más para transformar Otiñar en un recurso socio-ecónomico de Jaén.
Por otro lado, los valores geológicos y ambientales de la zona, unidos a los arqueológicos, lo han convertido en territorio de referencia para el estudio de estas ciencias en el entorno inmediato de Jaén.
Lo que propone este proyecto es investigar cómo desde la arquitectura se puede dar una respuesta a estos nuevos programas de actividades haciéndolos compatibles con los usos tradicionales. Se propone una intervención por fases donde se combina la inversión de distintos organismos públicos y agentes privados de forma que la recuperación de este lugar no dependa de una única iniciativa.
Se desarrolla dentro de estas fases, una posible solución arquitectónica al programa de alojamiento temporal de ocio y tiempo libre en las ruinas de la aldea de Otíñar. Se parte de una lectura de las huellas del entorno, del estudio e interpretación de las formas de construcción vernáculas y de la relación con las edificaciones en pié y otras posibles intervenciones futuras.
PROPUESTA. LA LECTURA EN BRAILLE
Las ruinas que otrora fueron la residencia de los habitantes de este lugar nos hablan de cómo vivían estos aldeanos en el pasado. Nos dejan ver como organizaban su vida en torno al hogar, como compartían la estancia que éste calentaba y como cada casa se relacionaba con un patio trasero. En ellas también se puede leer como construían sus viviendas, con una planta baja de piedra de mampostería sobre la que arrancaba un muro de tapial, que luego encalaban, para construir una segunda planta que cubrían con una estructura de rollizos y cañizo.
La propuesta parte de una reinterpretación de esta forma de construir con tecnología de nuestro tiempo. Propone también una forma compartida de alojamiento entorno a un patio y recupera los espacios de reunión en torno al fuego.
HUELLA
La huella es la conexión más intensa con el pasado, es recuerdo de lo que allí hubo, lo más difícil de borrar. Señala el paso del tiempo, como en la obra ‘Élevage de possière’ de Duchamp, o es testigo de lo que allí existió, como en las ruinas de la ciudad romana de Timgad. Por tanto estos muros de hormigón adquieren este doble papel en el que por un lado conectan con las trazas del pasado, siguen sus ritmos y proporciones y por otro adoptan el papel estructural de la mampostería como una base pétrea sobre la que arrancan los muros de madera que construyen las siguientes alturas.
ESTRUCTURA DE MADERA
Al igual que en otra época la estructura de suelos y techos es de madera. Se cambia un sistema tradicional de rollizos por un sistema moderno de entramados ligeros de madera. Estos ya no solo construyen los planos horizontales, si no que se convierten en muros portantes. Una estructura de elementos de pequeña sección, manipulables sin grandes máquinas y de una tecnología moderada. La madera tiene un papel de acabado interior, también continuo, solo interrumpido por el despiece propio de los tableros que convierte el cerramiento exterior en una única piel con dos caras.
ENVOLVENTE
Un único acabado continuo, que cubre la arquitectura contemporánea con la misma camisa blanca que vestía la arquitectura del pasado. Un diálogo desde la tranquilidad, donde la tecnología queda en un segundo plano y se establecen relaciones de escala, de sombras y de miradas al paisaje.
PREEXISTENCIAS ENTORNO
De toda el área residencial de la aldea sólo queda totalmente en pie la casa de los amos. Se trata de una construcción de tres plantas con muros de carga que necesita una reforma integral. En ella se plantea la ejecución de un Centro de Investigación multidisciplinar de arqueología, ciencias ambientales y geología. Asociado a este centro se plantean unas viviendas para investigadores en la hilera de casas que están en contacto directo éste. La explanada delantera se plantea como un espacio común para toda la aldea. Acoge los usos de lavandería de toda el área residencial convirtiéndose en un lugar de encuentro en torno al agua, la sombra de los árboles y las vistas de la Cinta del Fraile. En las casas que dan a la plaza principal de la aldea, donde aún quedan algunos lienzos de muros en pie, se plantea una intervención de consolidación de las ruinas como tapias de patios en tornos a los cuales se construyen los programas más públicos: el centro de información en la antigua escuela, un área de difusión donde estaba la iglesia y aulas taller y gestión del BIC en las casas del lado norte de la plaza. Todas estas intervenciones quedan fuera de la fase desarrollada en el proyecto, pero se enuncian para establecer relaciones entre lo que existió, lo que existe y lo que se plantea que exista.