Topografía programática.
Entendiendo el papel crucial de la arquitectura en la canalización del deseo a través de relaciones espaciales, materiales y afectivas, esta segunda intervención de la escuela San Antonio trata de trasladar los conceptos y sensibilidades trabajados con los alumnos más pequeños en la primera intervención realizada en la escuela, a estudiantes de entre 7 y 12 años. Una vez más, se entiende que el deseo de jugar y aprender libremente es el motor de la pedagogía del futuro, y por ello, se ha tratado de modificar un patio tradicional en un oasis de creatividad.
Mediante la manipulación de la topografía se ha tratado de delimitar diferentes espacios y crear itinerarios alternativos, huyendo de la dictadura del futbol (máximo exponente del deseo impuesto. Según Nietzsche: "Llegamos a amar el deseo, y no el objeto del deseo") en los espacios docentes exteriores. Esta nueva topografía también trata de minimizar el impacto que tiene el muro perimetral de cierre de parcela en los usuarios que no alcanzan a ver más allá de ella (el muro como límite físico y psicológico).
Manteniendo el carácter salvaje y natural del ámbito, se han generado colinas sinuosas de unos 2,5m de alto que posibilitan la visión a través del muro y son capaces de dividir el espacio en recintos perfectamente diferenciadas a pesar de ser un único espacio continuo.
A cada una de las zonas se les dota de un carácter diferente. La primera, es el anfiteatro y zona productiva y de cultivo. La segunda zona alberga actividades de juego y de deporte. La tercera, ubicada en la parte superior de la colina será la gran cúpula de reunión. Vinculados a cada una de las zonas e integrados en las laderas que las rodean, se han construido volúmenes programáticos auxiliares de hormigón armado y madera. El primer pabellón auxiliar, contiene un almacén para los huertos, un mirador que enmarca el monte Mugarra y un espacio cubierto de reunión. El segundo pabellón, se compone de tres cubos abiertos a una cara y agrupa tres modos distintos de relación entre usuarios y con el entorno.
Mediante la apertura de huecos en los muros perimetrales de cierre de parcela, se generan nuevas visuales para los viandantes, desdibujando los límites entre la densa trama urbana del casco histórico de Durango y las zonas verdes pertenecientes al colegio y al convento de San Francisco.