Se trataba de sustituir unas gradas portátiles por unas permanentes. Asumimos con pragmatismo los requerimientos propios de este tipo de edificios: control de la visibilidad, durabilidad y bajo mantenimiento. Junto a estas cuestiones encontramos dos argumentos que nos ayudaron a dotar de especificidad al proyecto:
El primero tenía que ver con el hecho de que las instalaciones existentes no habían sido diseñadas contemplando la posible aparición de unas nuevas gradas. Esto se traduce en la desconexión de la nueva pieza respecto el acceso principal, generándose un recorrido excesivamente largo. Como respuesta planteamos la construcción de dos piezas complementarias: las gradas, sólidas y estables, y una ligera pasarela metálica que las toca tangencialmente, anticipando la llegada.
Contiguo a las instalaciones se encuentra el Parque del Alamillo, uno de los más concurridos de Sevilla. Planteamos la trasera de las gradas como fachada principal, un gran letrero hacia el parque. Para ello enfatizamos la horizontalidad de la pieza mediante un potente peto de hormigón sobre el que corre un letrero a lo largo de los 77m que mide el edificio. Una gran línea gris recortada contra el ritmo vertical de los árboles.
El bajo grada se aprovechó para incluir unos aseos, una pequeña zona de personal y almacenes. El cerramiento se realizó con chapa perforada de acero galvanizado para permitir la ventilación continua de los distintos usos, suavizando al mismo tiempo la entrada de luz, y prolongando la vibración de la sombra de los árboles en el interior.