La realización del proyecto para el concurso del Nuevo Museo Nacional Noruego fué de una gran complejidad. Sobretodo, debido a la implantación, un solar al borde del muelle compartido con un pequeño edificio que alberga el museo del premio Nobel de la Paz, al volumen del programa del museo y a la dificultad de dotar de carácter representativo al museo sin restar importáncia al vecino Ayuntamiento de Oslo.
Con todo, se planteó un edificio como un cruce de caminos, de muchos caminos, para responder a los condicionantes mencionados anteriormente y al enorme flujo de tránsitos que confluyen en el solar. Mediante unos brazos que se disponen en diferentes partes, tanto en planta como en sección, se albergan los diferentes usos y se consigue la respuesta adecuada, en cuanto a la escala, que cada situación demanda.
El resultado es un edificio de una imagen clara, pero que no compite con el Ayuntamiento de la ciudad por su disgregación volumétrica, que mete la vida de la ciudad por sus entrañas y que al mismo tiempo, se muestra de una forma muy sugerente a los ciudadanos.