El local objeto de la remodelación, de unos 200m2, se sitúa en el ensanche de Barcelona en los bajos de una parcela estrecha y oblicua respecto de la alineación de la calle. Construida a principios del siglo XX, el espacio había ido acumulando sucesivas transformaciones que habían enmascarado completamente la lectura de sus características y dimensiones reales, hipotecando, sensiblemente la entrada de luz natural.
Las constricciones económicas y normativas de partida, conjuntamente con las variaciones geométricas del local establecieron las bases del proyecto. Este pivotaría, básicamente, sobre una selección estratégica de materiales de acabado y de mobiliario, que, obedeciendo siempre a criterios de tipo general, respondiera a las particularidades de cada espacio dotándolo de orden y contribuyendo al confort de la comida.
El acceso al restaurante, a través de un espacio exterior cubierto, dispone de un nuevo ventanal a toda altura que contribuye en la mejoría de la iluminación del local y asimismo hace más visible la actividad de su interior.
Dentro de la sala se establecen dos niveles. Por un lado, una cota superior, en penumbra, de color gris oscuro por donde discurren las instalaciones de clima, gas y alumbrado. Por otro, una cota baja, íntima, de conversación, iluminada por lámparas suspendidas con un arrimador gris claro donde se colocan los colgadores, uno por silla. El uso del color azul (blau), que se desprende del nombre del restaurante, se aplica de forma selectiva en los extremos del local, en el acceso y en el patio. Se persigue incrementar la visibilidad del local por la noche y, durante el día, matizar la luz que penetra. La zona de servicios, es la única excepción en el interior del local, optando por una actitud deliberadamente contrastada con el resto.
Análogamente a los comedores tradicionales, se introducen en el espacio dos grandes muebles acabados de mármol: un bufet (donde guardar los distintos elementos para el paramento de las mesas) y un trinchante (donde preparar el pase de los platos). Detrás de él se ubica, en una pieza compacta, los servicios y el almacenaje. Esta decisión permite definir 3 grandes ámbitos diferenciados dentro del restaurante. Un primer tramo donde las mesas se distribuyen en batería para incrementar la privacidad de los comensales y flexibilizar su combinación. Un segundo espacio central, presidido por un ventanal circular que permite observar los trabajos dentro de la cocina y dispone de mesas para grupos. Otro último, en la parte posterior del local, adyacente al patio de ventilación, que acoge una pequeña sala de uso privado.
Se persigue, en definitiva, un espacio sencillo, recogido y bien amueblado que, por encima de todo, resulte confortable al uso, al oído y a la boca para convertir el hecho de comer en este restaurante una experiencia distendida y reconfortante. Una escenografía sobria y amable donde comer, en definitiva, como en casa