Quizás la evolución de un niño, debiera ir acompañada de una evolución espacial que siga su desarrollo. Empezando por lugares recogidos y reconocibles en los primeros movimientos, hasta lugares que hagan de cada gateo y de cada paso, un descubrimiento. Tal vez un jardín sea el lugar adecuado y el aula, el filtro entre los dos jardines, el de verano, exterior y el de invierno, protegido. Ambos relacionados por la continuidad de un suelo y a través de un cañaveral.

¿Donde están llos límites para un niño? posiblemente un espacio diáfano, blando y transparente que se una al parque en su cota más alta...construyamos pues, un recorrido mínimo, gateable...

Javier Juliá Olaeta, francisco Escudero Gilete, Marta Fdz-Valderrama Aparicio.