¿Cómo debe responder la arquitectura a un paisaje con un enorme vigor estético, de una belleza feroz?
La puesta en valor de Caño de Hierro, un proyecto iniciático para todos sus autores, invita a reflexionar que el valor de la arquitectura, tal vez, reside en su origen, en el simple gesto de trazar una línea.
El Caño de Hierro es una formación rocosa sobre la cual se asienta el núcleo urbano de Hornachuelos, un pueblo cordobés situado al borde de la sierra que lleva su mismo nombre, asomado desde la lejanía a la vera del Guadalquivir.
Las cuevas del caño de Hierro, que antiguamente se utilizaban como refugio y como almacén de excedente agrícola, estuvieron sepultadas bajo runa y maleza durante largas décadas, y sólo se mantuvieron vivas en el recuerdo de los mayores del lugar. Nos hablan de otros tiempos, otros ritmos, otra manera de vivir. Su puesta en valor se enmarca en una operación que tiene el objetivo de recuperar el patrimonio de Hornachuelos para sus vecinos y reivindicar su enorme riqueza natural, histórica y arquitectónica.
Para la puesta en valor del Caño de Hierro se propone un paseo peatonal, que parte de la carretera de acceso al pueblo y que culmina en la mayor de las cuevas, la Cueva de las Carretas. El paseo debe salvar los nueve metros en altura y el margen en superficie para resolver el ascenso es limitado. Se trazan seis muros de contención, seis cortes en el terreno, de los cuales resulta el paseo peatonal, un trazado geométrico que resuelve el ascenso y la transición de una vía rodada a un entorno natural, agreste.
El Caño de Hierro es un paisaje de una gran belleza plástica. Su gama de amarillos va tornándose en marrones a medida que el día avanza y el Sol cae. Sus huecos y sus protuberancias, su geometría irregular, no hacen sino magnificar el carácter cambiante, sometido a los designios de la luz, de este lugar. Se trata de una estética rasgada que los muros, con su color y su encofrado pretenden reconocer y acompañar. Pasan a formar parte de este gran zócalo que es el Caño de Hierro para Hornachuelos.
En su culminación, bajo la cueva de las Carretas, el paseo se expande, ofreciéndonos un mirador. Desde aquí se observa la vertiente opuesta del caño, y a lo lejos, los campos de naranjos que se extienden hasta el horizonte. La culminación de este recorrido no es otra que la observación del paisaje desde el paisaje.