“Siempre he afirmado que los lugares son más fuertes que las personas, el escenario más que el acontecimiento. Esa posibilidad de permanencia es lo único que hace al paisaje o a las cosas construidas superiores a las personas.” - Aldo Rossi.
En “La Arquitectura de la Ciudad”, del mismo autor cuya cita antecede, se introduce por primera vez el concepto de permanencias urbanas, entendiéndose por las mismas aquellos elementos de presencia y función relevantes en la variable espacio-tiempo que marca el particular desarrollo y evolución de cualquier ciudad, desde sus orígenes hasta la actualidad. “Las permanencias son un pasado que aún experimentamos”, dice Rossi en su libro; sin embargo no siempre lo “experimentamos” de la misma manera en la que se vivió en el “pasado”. El Mundo cambia, la sociedad cambia y, por tanto, sus necesidades vitales también cambian; por lo que, si asentimos que algunos elementos urbanos permanecen en el tiempo, su uso, su signo, su función, su papel para la sociedad que habita la ciudad actual, también debe cambiar. Tengamos presente que, en palabras de Rossi, la arquitectura “es, por naturaleza, colectiva”, puesto que “da forma concreta a la sociedad y está íntimamente relacionada con ella”.
El desarrollo urbano es correlativo al vector tiempo, de manera que es posible reconocer y comparar a lo largo de la Historia fenómenos homogéneos que nos permitan analizar elementos permanentes en la ciudad. Por tanto, “la persistencia se convierte en la generatriz del plano; esta generatriz es el objetivo principal de la investigación urbana, porque, con su comprensión, es posible remontarnos a la formación espacial de la ciudad”, (Rossi).
Las palabras “monumento” o “hecho urbano” son las que utiliza Rossi en su libro para describir aquellos elementos primarios de la ciudad con capacidad de persistir en la coordenada temporal, de manera que, como propone el mismo autor, la evolución histórica de la ciudad sigue el principio de continuidad espacial de la misma, es decir, no existe ruptura entre un hecho urbano y otro geográficamente próximo.
Se puede afirmar, entonces, que dentro de la estructura de la ciudad existen elementos de naturaleza particular cuya capacidad de sobrevivir a las vicisitudes histórico-sociales es extremadamente fuerte. Dicho poder puede desembocar, según Rossi, en un fenómeno “catalizador” de flujos de desarrollo o, en contra partida, en un fenómeno “patológico”, siempre y cuando su influencia acelere o retrase, respectivamente, el proceso urbano – tratándose este tema en el desarrollo de la pieza estudio de este trabajo de investigación: La Plaza de la Corredera de Córdoba.