Arne Jacobsen
Jacobsen quería ser pintor. No era un arquitecto que tuviera interés por lo teórico; era un arquitecto fundamentalmente visual. Poseía la virtud de saber ver y la habilidad de saberlo expresar, algo totalmente imprescindible en el mundo de la arquitectura.
El dibujo siempre había constituido una disciplina básica y fundamental de la Escuela de Arquitectura de Copenhague. Los profesores de Jacobsen pertenecían a la primera generación de arquitectos modernos y, por ello, fueron capaces de revisar el esquema docente. Las referencias a la Antigüedad perdieron su carga estilística y mimética, aunque simbólicamente se mantuvo su estudio: los estilos carecían de importancia aunque las proporciones clásicas conservaron todo su interés. Fue una actitud que marcó profundamente a los jóvenes estudiantes.
Se estudiaban las “Texturas”, los “Contrastes” y los “Colores” del Mundo Thorvaldsen, restaurado por Carl Petersen; se dibujaban y median las casas tradicionales danesas; se interesaban por el Pabellón de Kirkerup en Liselund; se fijaban en la naturaleza y en sus reflejos, en los rayos de luz resbalando por los hayedos del norte de Copenhague.
La mirada se convertiría en una herramienta de trabajo. Era la principal cualidad del ojo analítico; la habilidad ya no se reduciría a la mera destreza de la mano.
Jacobsen poseía esa doble virtud de los arquitectos de su generación: la sensibilidad de saber ver y la habilidad de saberlo expresar convenientemente, algo totalmente imprescindible en el mundo de la Arquitectura.
Félix Solaguren–Beascoa
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