La arquitectura se compone de formas modeladas entorno al hombre, transformadas para vivir y no sólo para mirarlas desde fuera sino, para actuar sobre ellas. La motivación que nos mueve es la arquitectura para hacer participar, reflexionar y experimentar al individuo.
Desde un punto de vista personal rechazamos la figura del arquitecto aislado del mundo, nos sentimos responsables de la armonización y del equilibrio entre arquitectura y sociedad, ante el panorama actual apostamos por el paso de las necesidades individuales a las necesidades colectivas; la arquitectura se convierte en proyección física de la sociedad.
Para atender a esta situación hemos emprendido el camino hacia los encargos de obra pública. La obra aislada desparece progresivamente de nuestros objetivos hacia la búsqueda de las formas más adecuadas a nuestras condiciones reales, nuestros proyectos han determinado la evolución de la tipología funcional y formal hacia estructuras arquitectónicas abiertas, flexibles y transformables. Todo este discurso nos hace apostar por sistemas constructivos industrializados tanto en la concepción de la piel, la estructura o el programa funcional.
La industrialización tiene como objetivo simplificar la elaboración y repetición de las operaciones de los elementos que forman los sistemas constructivos y hace factible la producción en serie; sin caer en la rigidez formal.