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José Ángel Medina Murua

Arquitecto
E.T.S. A - Pamplona - UNAV
GUIPÚZCOA | ESPAÑA

La arquitectura es el juego sabio de los volúmenes bajo la luz

“Le Corbusier veía en la arquitectura el juego sabio de los volúmenes bajo la luz… yo en cambio, sólo veo problemas!”

Más allá de precipitarme a definir criterios o estrategias que evidencien mi bisoñez, me acuerdo sin remedio de estas palabras del gran arquitecto portugués Eduardo Souto de Moura en una de sus clases. En efecto, en este primer estadio de mi trabajo, con un pie en la docencia y la investigación y el otro en el ejercicio de la profesión, anhelo ansiosamente esa experiencia de todos y cada uno de los maestros de los que he tenido la suerte de aprender en mi paso por la Escuela de Pamplona.

Como al arquitecto novel, al pinche le gusta tratar de aportar su ingenio e ideas en la cocina. Pero dicen en el argot gastronómico que al pinche le corresponde estar atento. Atento a la limpieza de los instrumentos, atento a la calidad de la materia prima y atento, en fin, a la precisión y medida de los ingredientes y su elaboración. Creo que, ahora mismo, lejos de “construir” ingeniosos pintxos, me gustaría ser capaz de hacer un buen pil-pil o unas buenas alubias de Tolosa.

Como la cocina, la arquitectura tiene esa maravillosa característica de poder hacer trascender la función que se le encomienda al tiempo que la cumple eficazmente. Sólo hay que pensar un poquito antes. Pensar y medir. Unos pocos gramos de más en un ingrediente o en otro, son suficientes para convertir algo tan aparentemente animal y fisiológico en algo indescriptible y sorprendente.

Pero a cocinar se aprende cocinando. Por eso, un arquitecto que no construye es como un cocinero que no cocina. Es necesario estar atento –como el pinche– a lo que ocurre cuando uno se hace cargo de la materia y la luz o comprueba, simplemente, la emoción de la gravedad; y afortunadamente, todavía es posible experimentar esto con un simple plato de alubias.