Frente al lago encontramos un nuevo ser, de piel cristalina y esqueleto de hormigón. Al principio nos cuesta distinguirlo, ya que se mimetiza con el paisaje, como un espejo. Cuando nos acercamos, descubrimos que este nuevo ser, de forma paralelepipédica, se halla envuelto por una leve estructura que le cobija, dándole sombra, y que le sostiene sobre el terreno. La estructura que envuelve dibuja un sólido que tiene el doble de superficie y el triple de volumen de la pieza interior, encajando ésta dentro de la mayor, como si de las muñecas rusas Matrioska se tratara. Una vez dentro, el efecto es como si el paisaje estuviese lejos de nuestro alcance, en la distancia. Esta sensación contrasta con las cualidades de la piel transparente que conforma un mirador sobre la plataforma. Dentro del pabellón menor, se ubica el programa de vivienda con un esquema claro de banda de servicios atrás y espacios servidos delante. La zona de servicios se apoya en un muro trombe, a modo de pieza que enmarca el paisaje por aperturas alargadas en dicho muro, y que protege a la vez de la orientación sur, mientras que el espacio servido se vuelca a la terraza. Tanto el muro trombe como el pabellón mayor que alberga en su interior al pabellón menor, constituyen un sistema de energía solar pasiva que minimiza el uso de sistemas de calefacción y climatización.