El promotor deseaba construir una vivienda, de bajo impacto, sin agotar los parámetros urbanísticos del área y sobre todo donde los criterios de sostenibilidad y respeto por el medio se impusieran a criterios económicos.
Las características morfológicas de la urbanización, parcelas con fuertes pendientes, grandes desniveles y vistas orientadas hacia norte, obligaban a tomar desde el principio soluciones contundentes que permitieran ampliar la superficie de fachadas orientadas a sur y situarán la vivienda sobre la superficie natural del terreno. El conjunto de encinas de las parcelas colindantes dotan al edificio de una escala paisajística que dimensiona el punto de flotación del edificio sobre la ladera.
La vivienda se proyecta desde el interior de la edificación rechazando el tratamiento depurado de la urbanización exterior, buscando una continua ruptura de los límites, y estableciendo una dialéctica entre los cerramientos de fachada y los espacios libres exteriores que se generan. Las superficies exteriores apenas se urbanizan, potenciando las características naturales del terreno, provocando así una tensión entre lo artificial y lo natural.
El edificio está compuesto por 2 niveles, un nivel inferior destinado principalmente a garaje abierto y sala de instalaciones; y un nivel superior destinado a vivienda. El edificio tiene una superficie construida de 258,24 m2.
El volumen se proyecta como una pieza plana con grandes huecos que se encaja en un terreno con gran pendiente. Un corte practicado en el volumen permite entender la casa como un volumen enroscado, donde los espacios se suceden unos tras otros, conectados entre si tanto directa como indirectamente gracias a la mediación del espacio exterior.
En la cubierta ajardinada se proyectan 3 volúmenes que canalizan la entrada de luz natural hacia el interior de las estancias.
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