Toda arquitectura está ligada a las condiciones del lugar. En el entorno mediterráneo, una de las más importantes es el control de la radiación, que en este clima llega a elevados niveles y está acompañada de una frecuente presencia de días con cielo claro. Esto conlleva consecuencias térmicas y lumínicas que afectan a la arquitectura. Las primeras se traducen en evitar la entrada de radiación en el interior durante la mayor parte del año, pero aprovechar esta radiación en las épocas en que es más necesaria. Las consecuencias lumínicas están vinculadas a esta situación, ya que la entrada de luz en el interior durante la época más calurosa se reduce drásticamente. Aunque la cantidad de luz existente sea suficiente, el contraste general debido a la diferencia de luz entre el interior y el exterior convierte el acceso del edificio en un punto donde la transición visual es clave. El acceso al edificio se puede producir de diferentes modos, atravesando un plano con una puerta o recorriendo varios espacios. Durante el lapso de tiempo que dura esta transición, el sistema visual necesita tiempo para adaptarse a las diferentes situaciones lumínicas, y el espacio o espacios donde se produce este paso deben estar diseñados para facilitarlo. Esta es una función muy importante, pero existen otras como procurar orientación a las personas, sobre todo cuando n conocen el espacio o, al margen de la funcionalidad, proporcionar la primera impresión del edificio en un punto con una carga estética muy importante. Formalmente, los espacios que dan acceso a los edificios no tienen unos rasgos morfológicos definidos. Su dimensión es variada, así como la composición, el contacto físico con el exterior o los materiales y acabados utilizados. Igual que pasa con la forma, el tipo y cantidad de luz también es variable. Puede tener diferentes procedencias, seguir diferentes composiciones, ser más cálida o más fría, directa o difusa, etc. Todos estos rasgos formales configuran una escena visual con un aspecto concreto. Lo mismo sucede con la escena visual exterior, con un aspecto ligado a la interacción de la luz mediterránea y el paisaje urbano. En momentos de alta radiación, esta escena está formada por una zona inferior muy clara donde está el pavimento, una zona superior también clara donde está la bóveda del cielo, y una zona central formada por las fachadas, mucho más heterogénea y con valores de luminosidad muy altos y bajos comparados con los de las dos zonas anteriores y el interior del edificio. En esta transición intervienen de manera muy significativa el reparto de la luz en el espacio y la sucesión de escenas visuales en el tiempo. También entran en juego otros aspectos como el color de la luz y del espacio, la relación visual con el exterior o la atmósfera creada. No obstante, los puntos clave son los dos primeros, a los que se ha de dar respuesta mediante el diseño arquitectónico. El tratamiento del espacio y la luz son los instrumentos necesarios para crear un diseño que facilite la adaptación entre las dos situaciones lumínicas y dotar al espacio de la calidad necesaria. Del análisis de la relación entre calidad visual y diseño se pueden extraer varias conclusiones. Por citar algunas, la importancia del pavimento en la transición visual, la influencia del color y acabado de las superficies, o bien la reducción de luminosidad durante el recorrido allá donde es más necesario gracias al uso de espacios articulados. Por supuesto, la manipulación adecuada de la luz también interviene en la calidad visual. En definitiva, el reparto de sombra en determinados lugares y de luminosidad en otros es clave en el diseño de un espacio con voluntad de facilitar la adaptación visual. El diseño de los espacios que dan acceso a la arquitectura cuenta con libertad para integrar las soluciones que se crean más convenientes, y en esta línea la tesis aporta pautas sobre sus consecuencias en la calidad visual y en la facilidad de adaptación en situaciones de transición lumínica.