Alguien preguntó a Matisse por qué había representado de color rojo las paredes de su estudio cuando, en realidad, eran blancas o grises. Por toda respuesta, acompañó a su interlocutor al jardín que, lógicamente era verde, como queriéndole decir que ese rojo era el color complementario, la sombra de la luz tamizada por la vegetación.
A menudo los proyectos de edificación se concentran -o mejor, se contienen- en el perímetro cerrado por la construcción. Es cada vez más frecuente que los proyectos de urbanización corran a cargo de estudios especializados en jardinería o paisajismo que, de alguna forma, complementan la obra. Sin embargo, el sabor de la manzana está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma. Cualquier actuación genera, más allá de su contorno, lugares exteriores, cóncavos y convexos, que no pueden obviarse. El color que tiñe la habitación de rojo no es algo secundario.
Machado define la "otredad" como la diferencia que es preciso restituir a la unidad de la que ha sido mutilada a fin de diversificarla y enriquecerla. El exterior sería la otredad del proyecto de arquitectura.
Toyo Ito cuenta que sus primeros proyectos se insertaban en entornos urbanos y que la forma exterior era, simplemente, la consecuencia de aplicar los condicionantes urbanísticos. Cuando se enfrentó por primera vez a un enclave abierto no supo qué hacer. Abrumado por la situación, adoptó la decisión de enterrar el edificio. Para su sorpresa, alrededor de la nueva construcción comenzaron a generarse flujos: recorridos, corrientes de aire, masas de vegetación, planos de sombra, que el arquitecto no había previsto.
La arquitectura no se enfrenta a la naturaleza sino que se incorpora a ella. Construir es introducir un palo de madera en la corriente de un río y atender a los remolinos que se forman a su alrededor.