Como arquitecta me parece esencial la relación con el cliente. Considero absolutamente imprescindible la relación estrecha con el que realmente va a ser el habitante del edificio, atendiendo sus valores y deseos, sus necesidades cotidianas.

Los arquitectos nos hemos dejado llevar por un egocentrismo estético y conceptual de lo que debe ser una vivienda o cualquier otra creación arquitectónica sin atender a sus verdaderos moradores, imponiéndoles conceptos espaciales y conceptuales que, en algunos casos, al ciudadano-habitante le es totalmente ajeno e incomprensible a su lógica cotidiana. No por ello nos debemos estancar en la concepción arquitectónica, pero avanzar siempre de la mano de la didáctica y el consenso.

No concibo un proyecto arquitectónico en el que las formas y espacios no estén “previsualizados” a nivel constructivo y estructural. La lógica constructiva no debe ser la puntilla del final, sino parte del margen ideario del objeto arquitectónico. Por lo tanto, el procedimiento constructivo es parte fundamental del desarrollo arquitectónico de mis propuestas. La experimentación con materiales y técnicas de construcción nuevas serán avaluadas tanto a nivel económico, como en el aspecto de salubridad para sus habitantes y, por supuesto, serán consensuados con el propio cliente, siendo una decisión discutida y hablada entre las dos partes.

Me considero un profesional responsable con su labor y atenta a la responsabilidad social que tenemos, considerando que la sostenibilidad es parte indisoluble de la propia acción de la edificación o de la concepción urbanística del territorio. Junto con el sector de la industria y el transporte, la construcción y el urbanismo son factores trascendentales en el objetivo de la consecución de un marco de desarrollo sostenible.