Un problema más allá de la estética.
Sobre esta afirmación se construye la tesis de Andrés Rubio en su libro ‘España Fea’ [0], donde el autor no se limita a señalar el problema estético de nuestro país. También apunta a sus culpables: profesionales de la construcción sin escrúpulos, políticos sin talento y una legislación favorable a la destrucción del territorio… Sin olvidarse de aportar datos, casos concretos y ejemplos de todo tipo que sirven para confirmar lo que reza el título del que a todas luces es uno de los mejores libros de la década sobre crítica constructiva en nuestro país.
Pero no solo eso. Rubio también hace especial hincapié en el marco jurídico y legislativo que durante tantas décadas ha amparado la destrucción y perversión del paisaje de nuestro país, comparándolo con medidas que desde hace años llevan a cabo países como Francia o Alemania. En ese sentido, el Informe Auken [1], presentado en el Parlamento Europeo en 2009 por la diputada danesa de Los Verdes, Margrete Auken, supuso todo un hito. Algo así como un tirón de orejas simbólico al ladrillo español que denunciaba la falta de seguridad jurídica durante los años de la burbuja inmobiliaria y el alarmante dispendio público que protagonizaron las instituciones españolas en materia constructiva.
El despilfarro como modus operandi.
Si bien es verdad que el autor no aplica el juicio estético al hablar del prolífico arquitecto, ingeniero y escultor valenciano Santiago Calatrava [2], su caso es el ejemplo perfecto para entender el despilfarro y la fealdad española. Pues las formas diseñadas por Calatrava son indiscutiblemente estéticas, pero en muchas ocasiones su realización supuso malgastar el dinero del contribuyente sin reparos. Y eso sí que es muy feo. Algo que no solo sucedería dentro de nuestras fronteras, también fuera de ellas. Como quedó patente en el documental del cineasta sueco Fredick Gertten de 2008 ‘El arquitecto, el socialista y el Turning Torso’ [3]. Este film sigue de cerca el desarrollo del famoso rascacielos de Calatrava el Malmo y evidencia la existencia de una época no muy lejana en la que todo el mundo (independientemente del país o color político) quería un edificio de Calatrava en el patio de su casa.
Si no, que se lo pregunten a Llàtzer Moix [4], periodista especializado en arquitectura y autor del mítico libro ‘Queríamos un Calatrava’ [5]. Publicación de 2016 en la que el periodista catalán disecciona la alegría con la que la clase política encargó proyectos caros y en ocasiones inútiles al arquitecto valenciano. Como por ejemplo, pudieron comprobar en Oviedo durante la construcción del Palacio de Congresos [6]. Un proyecto cuyo presupuesto se fijó inicialmente en 76 millones de euros pero que rápidamente se multiplicó por cinco, llegando a suponer un gasto de 360 millones de euros públicos invertidos en una equipación actualmente deficiente e infrautilizada.
Es muy ilustrativo pensar también en el alarmante Informe de la Asociación de Geógrafos [7] publicado en 2018 que apunta el despilfarro público y la modificación de leyes a placer como dos de los mayores males en materia territorial nacional. Algo que también dejó claro ‘La piel del toro como trofeo’ [8], libro de 2016 escrito por el arquitecto y urbanista Fernando Abad Vicente en el que se acuña el término “derrochómetro” para especular con un posible sistema de cálculo que pudiese esclarecer la cifra exacta de dinero enterrado en infraestructuras inviables, tanto legislativa como medioambientalmente hablando, en nuestro país.
Pienso, por ejemplo, en el famoso resort Marina Isla Valdecañas [9] construido ilegalmente en una ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves en) un embalse de Cáceres. Un proyecto sobre el que por cierto pesan varias sentencias de demolición; o en las ruinas de la Ciudad del Medio Ambiente [10] de Soria, una obra inacabada y actualmente abandonada que costó 100 millones de euros públicos y que arrasó con 3.000 pinos, un bosque de abedules, un arroyo y una necrópolis medieval.
La hiperconstrucción como consecuencia.
‘España Fea’ sentencia que hemos construido mal, pero también que lo hemos hecho mucho. Ya que Rubio asegura en su libro que nuestro país está sobreconstruido. Un hecho más que evidente si pensamos en el mar de adosados y segundas residencias que ha consumido el litoral español. Un fenómeno que ha justificado la destrucción territorial cortoplacista bajo el argumento de la falsa promesa del crecimiento económico infinito de siempre. Son ejemplo de ello casos como el famoso, faraónico e ilegal Hotel Algarrobico [11] en Almería, que por cierto sirve de imagen de portada del libro de Rubio; así como la deriva urbanizadora y contaminante de la Manga del Mar Menor [12] en la Región de Murcia, algo que incluso sirvió como telón de fondo para una película de 1970 protagonizada por Concha Velasco y Manolo Escobar, ‘En un lugar de la Manga’ [13], film que retrata las peripecias de una empresa urbanizadora en la zona.
Ambos casos comparten dos cosas: La primera es el error de pensar que el paisaje y el territorio son activos que pueden ser consumidos en nombre de la creación temporal de turismo y trabajo. Y la segunda, el beneplácito con el que estos proyectos contaron por parte de muchos. Ya que el autor defiende que tanto la clase política, la banca y la iniciativa privada son cómplices en el proceso de “fealdad”, especulación y corrupción constructiva española. Una conjunción catastrófica que quedó magistralmente retratada en dos obras del artista catalán Aleix Saló: ‘Españistán, de la burbuja inmobiliaria a la crisis’ [14] y ‘Simiocracia, crónica de la gran resaca económica’ [15], vídeos en clave de humor diseñados para la promoción de dos libros homónimos del mismo artista, publicados respectivamente 2011 y 2012.
Andrés Rubio también arremete de forma especial contra la arquitectura y el urbanismo del Desarrollismo, un periodo de expansión urbana sin precedentes que quedó retratado en los barrios dormitorio construidos durante la dictadura en la periferia de ciudades como Valencia, Madrid o Barcelona. Promociones, en su mayoría carentes de servicios, que primaban la cantidad de las viviendas construidas por encima de la calidad de su realización. Esto puede observarse en ‘El Milagro’ [16], una pieza audiovisual de 2013 que toma como eje vertebrador la periferia barcelonesa para ilustrar el abigarramiento edificatorio al que se sometió. En ese sentido sería muy recomendable leer a Enrique Ponte Ordoqui, arquitecto y ex director de Infraestructura del Transporte y de Urbanismo del Gobierno Vasco, en su tesis ‘la Construcción de la Ciudad. Gipuzkoa 1940-1976 [17], publicada en 2014. Porque aporta información sobre el marco contextual de la época, así como varios ejemplos que nos ayudan a entender la singularidad de la periferia guipuzcoana como modelo que fue copiado en el resto del país. Además Ponte explica de forma clara la compleja realidad administrativa de los proyectos constructivos en dictadura, así como las pocas herramientas útiles con las que contaban los profesionales para evitar la especulación.
La falta de amor como causa.
‘España Fea’ también contiene una afirmación que, aunque breve, condensa gran parte de nuestra problemática edificatoria. Rubio desvela que “a España la ha destruído la falta de amor.” Y dice que las ciudades que más han carecido de amor son, según su criterio: Benavente (Zamora), Astorga (León), Miranda de Ebro (Burgos), Matalascañas (Huelva), Cenicero (La Rioja), Navalmoral de la Mata (Cáceres), O Carballiño (Ourense), Molina de Aragón (Guadalajara) y Mazarrón (Murcia). Esta última, localidad en la que cuenta el autor, se encuentra una casa diseñada por el célebre arquitecto Miguel Fisac [18]. O, mejor dicho, lo que queda de ella. Ya que los volúmenes que Fisac diseñó en 1913 descolgándose poéticamente por una ladera en esta Vivienda en la Bahía de Mazarrón [19], fueron totalmente desvirtuados en una reforma sin juicio ni respeto [20] realizada por parte de un equipo de arquitectos contratado por el nuevo propietario de la vivienda en 2006.
Andrés Rubio lanza muchos dardos. Pero también algunas preguntas como:
¿Qué hubiera pasado si Matilde Ucelay [21] no hubiese sido represaliada durante la Guerra Civil? Recordemos: Matilde Ucelay, primera arquitecta española, Premio Nacional de Arquitectura de 2004, cuya obra fue recuperada en una monografía de 2012, ‘Una vida en construcción’ [22] por la arquitecta y urbanista madrileña Inés Sánchez de Madariaga. Por cierto, Sánchez es, junto a la reconocida arquitecta y urbanista argentina afincada en Catalunya, Zaida Muxí [23], una de las voces más representativas de la investigación urbana con perspectiva de género [24] en España. Un enfoque imprescindible si queremos amar nuestras ciudades y del que, por cierto, ya se están beneficiando municipios como Barcelona.
Otra pregunta que provoca este libro: ¿Es Benidorm feo o referente a la hora de aprovechar sus recursos? Ante esta disyuntiva podríamos responder de tres maneras: Viendo el documental con diez nominaciones a los premios Goya, ‘El hombre que embotelló el Sol’ [25], dirigido por Óscar Benàrcer en 2016 ; Revisitando el capítulo ‘Líneas en el Cielo’ de Escala Humana [26], programa de La 2 de TVE dirigido por la arquitecta y comunicadora catalana, Núria Moliner [27]; O, leyendo la tesis de la arquitecta María Concepción Pérez Gutiérrez, ‘Evolución del tipo estructural Torre en España. Madrid, Barcelona, Benidorm’ [28] . Sin duda, tres maravillosos ejemplos que ofrecen razones más que suficientes para amar Benidorm sin reparos.
Algunos ejemplos positivos y mucho trabajo por delante.
Andrés Rubio no escatima en ejemplos de trabajo mal hecho en ‘España Fea’. Algo que es de agradecer para poder comprender la magnitud del problema de la fealdad edilicia española, citando casos a lo largo y ancho de todo nuestro territorio. Pero no solo señala culpables con nombres y apellidos, también es generoso a la hora de ofrecer multitud de ejemplos en positivo. Algo mucho más constructivo.
Es el caso de la arquitecta catalana y ex concejala del Distrito de Ciutat Vella de Barcelona, Itziar González [29]. Quién hace más de treinta años, viendo la euforia constructiva preolímpica, llegó a conclusión estando aún en la universidad de que no dedicaría su carrera a proyectar obra nueva, sino a la intervención, la rehabilitación, la reconstrucción y el reciclaje de lo ya construido.
Todo lo contrario a la idea que reinó generalmente entre profesionales y teóricos durante la transformación de la ciudad para los Juegos Olímpicos. Donde no se dudó en demoler múltiples manzanas del céntrico barrio del Raval para generar en su lugar nuevas plazas, calles y paseos. Un proceso de demolición pensado en positivo que podemos ver en la obra audiovisual ‘En Construcción’ [30], documental dramatizado dirigido por José Luís Guerín estrenado en 2001. Su visionado es recomendado hacerlo siendo conscientes de que el cambio morfológico y simbólico que el distrito de Ciutat Vella protagonizó con 1992 como telón de fondo, acabó propiciando un proceso de gentrificación especialmente duro con las rentas más bajas de la ciudad.
También destacar ejemplos significativos en tiempos de crisis climática, como el Centro de Interpretación Agrícola de Pamplona [31], que supuso la recuperación de las riberas del río Arga a su paso por la capital de Navarra de la mano de los arquitectos Margarita Jover e Iñaki Alday [32] en 2013. Un proyecto que resignifica el paisaje de huerto tradicional, respetando los propios ritmos de la orografía así como potenciando su función para absorber las crecidas del río al ser inundable con seguridad.
Particularmente simbólico es también el caso de la artista zaragozana Lara Almárcegui [33], quién fue invitada a participar con su trabajo en la apuesta de arte público que hizo la ciudad de Zaragoza con motivo de la organización de la Exposición Internacional del Agua de 2008. Almárcegui decidió que su obra consistiría en crear un acuerdo con la administración pública para preservar intacto un descampado de 700 metros cuadrados en las inmediaciones del recinto expositivo. La certeza, elegancia, cura y riqueza conceptual de la propuesta de Almárcegui, ‘Descampado’ [34], entra totalmente en contraposición con el total despilfarro económico y conceptual que envolvió el proyecto de la Expo [35].
Y es importante quedarnos con esta idea. La artista decidió que la mejor propuesta era no hacer nada. O dicho de otro modo, hacer algo muy significativo: decir que no en todos los descampados hay que construir algo. Idea que sin duda también defiende Andrés Rubio, invitándonos en su libro a que solucionemos el problema haciendo, en la medida de lo posible, algo para que España deje de ser tan fea. O, lo que es lo mismo: Amar nuestro territorio más y mejor.