Cada día 44 jóvenes gallegos cualificados se marchan para obtener un trabajo digno y acorde a sus expectativas. Siempre decimos que las dos personas siguientes somos nosotros, pero al final nunca lo hacemos. Casualidades o no de la vida hemos tenido el privilegio de obtener trabajo. Trabajo fruto de las ideas que hemos aportado en concursos de arquitectura y que ahora se han convertido en una posibilidad de aplicarlas y de aportar cambios. De nuestra breve experiencia profesional aquí observamos que se cuida poco la calidad arquitectónica. Debería ser algo mas habitual y no excepcional. Sobre todo nos referimos a los equipamientos culturales promovidos por todos los poderes políticos. De hecho estos edificios nos interesan enormemente porque creemos que tienen un potencial añadido de transformar y regenerar territorio y sociedad. Consideramos que la arquitectura que hacemos es un reflejo inconsciente de situaciones reales arraigadas en una identidad cultural gallega: nuestro trabajo es disperso como lo es nuestro territorio, con diseños compactos, de aparente sencillez de trazados pero fuerza expresiva para optimizar los recursos que aquí no solían sobrar. Es para nosotros un reto extraer la potencia de los lugares. El fin es que la arquitectura creada se incorpore al paisaje en un todo. Pesa nuestra herencia de Finis Terrae. También nos obsesiona la materialidad del espacio. La necesidad de construir para experimentar el sentido físico, material y de sensaciones que produce la arquitectura pensada. Nos interesa la fuerza, belleza natural y salvaje de los materiales, materiales expresivos como la pizarra rocosa y tosca, que recuerda a las cavernas como en la sede del Colegio de Arquitectos de Alicante o al paisaje de las lomas de las montañas rocosas como el pliegue fachada del Auditorio de Ferrol o incluso la naturaleza interpretada con códigos genéticos como en el Monasterio de Monfero. Proyectos que a continuación se exponen.