Considerando las características del espíritu del paisaje desde las que evocarlo, detecto que la parcela supone una discontinuidad dentro del marcado carácter vertical de la topografía. Un lugar en el que el ritmo topográfico hace un silencio.

La parcela se desarrolla longitudinalmente generando dos niveles: uno, por el que accedemos y un segundo al que se desciende desde el primero.

Asimilando la discontinuidad topográfica a un refugio habitable, actuamos como una raíz anclando un cuerpo parcialmente enterrado que amplía el nivel de acceso con una cubierta vegetal. Un segundo cuerpo se desarrolla en dos alturas suturando espacialmente los dos niveles del terreno: actúa como una raíz espacial que contiene, vacía y mezcla lo natural y lo construido.