La antigua cárcel medieval de Nonaspe (Zaragoza) se encontraba abandonada y bajo un inmueble en desuso. Los nuevos propietarios, una asociación cultural local, pretenden hacer visitable la cárcel e incorporarla a la ruta de las cárceles de la comarca del Matarraña. Para ello se transforma la vivienda superior en albergue cuyo reclamo será la cárcel, al margen de otros atractivos de la comarca.

Cuatro plantas diminutas (25 m2) se superponen con el único objetivo de dar cabida al programa y hacer visible el espacio de la cárcel desde el albergue. Es en la planta superior donde el edificio coge aire mediante la generación de un doble espacio en la sala dormitorio producto de llevar al máximo la normativa edificatoria. Esta operación permite dar cabida a un altillo.

Por fuera se trata de rematar la cubierta mediante unos aleros - canales de acero corten que de manera diferente se formalizan en un intento de dotar de expresividad a su relación con los bajantes y los nuevos huecos que se 'incrustan' en la fachada. Se pretende el contraste entre éstos y el revestimiento de mortero de cal que se deja voluntariamente 'amorfo', casi generando unas aguas entre él y el antiguo revestimiento de cal y la mampostería, como un lienzo de fondo donde los nuevos elementos de acero se ubican desde la cubierta.

Por dentro, la recuperación de un muro de bloques de adobe que acompaña a la escalera fue otro de los objetivos.