LA CONSTRUCCIÓN DE INTANGIBLES: ATMÓSFERA VODAFONE CAPITOL

Es fácil darse cuenta de la importancia de un edificio como este. No solo por la repercusión que le otorgan los libros de historia de la arquitectura ni por sus numerosos premios. El edificio Capitol es un símbolo de esta ciudad, es un icono que está fijado de una forma tan radical en el imaginario de los madrileños que se nos antoja ‘intocable’. No solo por el grado de protección patrimonial al que está adscrito, sino porque ‘tocar’ un hito de la ciudad es tocar el recuerdo de miles de persona.

Y esta es la premisa fundamental en torno a la cual arranca la propuesta:

¿Cómo intervenir en un edificio que es intocable?

¿De qué manera nos posicionamos frente a una reforma de unos interiores sobrios y elegantes, de una alta calidad arquitectónica y material?

¿Es posible hacer un proyecto de arquitectura del siglo XXI que funcione en armonía con un proyecto de arquitectura del siglo XIX?

La respuesta a estas preguntas la encontramos en el trabajo previo de estudio de la marca Vodafone, y en la interpretación de lo que entendemos que debería ser la branderización de un espacio como este: lo que nosotros estamos ofreciendo es la fabricación de un ambiente, la definición de las condiciones que convierten este lugar en el sitio más especial de Madrid.

Una atmósfera es un intangible; no se puede medir, incluso es complicada de dibujar; una atmósfera es lo que no puedes ver pero hace que algo se fije en tu mente y permanezca. Colores, olores, sonidos, sensaciones…

Una atmósfera no se puede medir ni dibujar, pero la tecnología que la construye sí. De manera que el proyecto trata de encontrar la tecnología que nos permita fabricar la atmósfera a medida de Vodafone Capitol.

Existen dos datos cruciales por tanto: del primero ya hemos hablado, que es esta condición de intocable que tiene el edificio y que hemos decidido llevar al extremo. El segundo tiene que ver con el contexto en el que se implanta el proyecto. La Gran Vía como arteria del espectáculo, que en los últimos años ha visto como sus habitantes la iban maquillando y sofisticando en un intento por convertirla en la Avenida del mundo del ocio y de la farándula. Esto ha traído consigo la proliferación de pantallas multimedia que dinamizan y licuan el espacio público; las pantallas de Callao y sus cines o el café 40 no son más que el inicio de una tecnificación del medio que obliga sin duda a adaptarse a los nuevos tiempos si se quiere competir.

La decisión que entendemos lógica es la sustitución de los carteles por tres pantallas de leds de alta resolución que pasarían a formar la más grande de la Gran Vía. Aparece la intuición de que es esta la tecnología capaz de construir la atmósfera de la que hablamos.

Así que tenemos por un lado la capa preexistente, el deseo de cuidar y rejuvenecer el Capitol tal y como era; por otro lado la capa del futuro, que se solapa a esta primera casi sin tocarla y la transforma actualizándola.

El proyecto es el resultado del solape de ambas capas que sin tocarse son capaces de coexistir en una suerte de magia congelada: la atmósfera conseguida, variable, cambiante, como la propia Gran Vía.

Co-autoría: Oriol Bordes, David Jiménez, M.Ángeles Peñalver