La  explanada de San Fructuoso es un ámbito ligado a la zona de Huertas,  condicionado por su pasado como cementerio de Peregrinos y conformado  por edificios que no abren ninguna puerta al espacio ni generan ningún  tipo de actividad vinculada a su uso.
La propuesta se plantea en  parte como reacción a la escala de los edificios que lo rodean,  planteando estancias de menor tamaño en las que se propicien reuniones  de grupos pequeños. Surge este deseo en contraposición al tamaño de las  plazas cercanas como el Obradoiro o la Quintana en las que se pueden  celebrar reuniones de multitudes.
Por otra parte, el hecho de que  se prevé una entrada a Huertas desde este punto, convierte a la zona en  una especie de vestíbulo previo, y como tal, en un filtro entre el  casco histórico y la última bolsa de huertas extramuros que se conserva  en la ciudad. Con respecto a esto se propone un jardín laberíntico de  boj, en contraposición a la naturaleza salvaje y productiva de la zona  de Huertas. Se trata de una vegetación domesticada, geométrica y de  carácter lúdico, al igual que se hacía tradicionalmente en edificaciones  de cierto tamaño  a modo de filtro entre la vivienda y la huerta.
El recuerdo de los cinco siglos como cementerio de  peregrinos sugiere un espacio tranquilo, un lugar para deambular,  compuesto de pequeños fragmentos modulados y ordenados. Los cipreses que  separan el tráfico rodado y matizan el encuentro con el muro del  Ayuntamiento, así como la charca central a la que se deriva el agua de  lluvia a través de canales son dos elementos que ya existían en la  configuración del antiguo cementerio.
En cada una de las  estancias, rodeadas de setos que las dotan de intimidad, se coloca   mobiliario que propicia diferentes tipos de actividad.